Jack Herer: Una historia de política y marihuana

Abr 20, 2017

Julián Roncancio

Julián Roncancio

@balamketze Politólogo. Premio de Periodismo Cultural para las Artes 2018

El 15 de abril de 2010 moría a causa de complicaciones cardíacas, Jack Herer, uno de los más importantes activistas por la legalización de la marihuana en Estados Unidos.

La prohibición del cannabis, promovida en dicho país en los años treinta y que se inició con el Marihuana Tax Act de 1937, no se fundamentó en razones médicas o científicas sino que fue más bien una mezcla de racismo e intereses económicos.

A inicios del siglo XX se dio una migración masiva de familias mexicanas al suroeste de EE.UU. -cincuenta años atrás era territorio de México-, a la par que en el sur, exactamente en Luisiana, nacía el jazz de la mano de la población afroamericana. Tanto en las comunidades de latinos como en las de afros, había quienes fumaban marihuana. De allí vienen los primeros reportes del consumo de hierba en el país, sin querer decir con ello que antes no existiera.

De hecho, Estados Unidos vivió un idilio con el cáñamo y la marihuana, hasta el punto que llegó a venderse en las farmacias. El Marihuana Tax Act consistió en poner trabas burocráticas e impuestos demasiado elevados para desincentivar su cultivo. Fue el inicio de un proceso político, económico y cultural que terminó consolidándose en los años sesenta, cuando la clase media y los ‘baby boom’ –generación de norteamericanos nacidos después de la Segunda Guerra Mundial– comenzaron a consumirla.

Aun así, muchos desconocían la marihuana y el discurso del gobierno era contradictorio, pues mientras la sacaba de las farmacias y negaba su efecto medicinal, promovía su cultivo en medio de la guerra. ‘Hemp for Victory’ (1942), algo así como ‘Cáñamo para la Victoria’, fue un video ampliamente difundido con el fin de motivar a los granjeros para que la cultivaran, mostrándoles los usos que tenía esta planta como combustible y reemplazante del papel.

Grandes grupos económicos, asociados a la producción de mercancías derivadas del petróleo y la madera, promovieron una campaña mediática que desinformaba sobre la marihuana y asociaba su efecto con la violencia. Manifestaron un prejuicio patriarcal y racista que hasta el día de hoy defiende una buena parte de la élite de Estados Unidos, resumido así: “Cuando los negros y los pobres usan drogas tememos que maten, roben y tomen a las mujeres blancas, así que las prohibimos”.

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Cartel promocional de la película ‘Reefer Madness’ de Louis Gasnier (1936).

También el cine fue un vehículo para transmitir esos prejuicios. Películas como ‘Reefer Madness’ (1936), se encargaron de asentar en la sociedad la relación marihuana-violencia, señalándola como causante de asesinatos y violaciones.

Jack Herer era uno de esos ciudadanos educados bajo el tabú del miedo a la marihuana, su formación política estaba orientada hacia la derecha más conservadora. De hecho, hacía parte del Partido Republicano –del que es miembro el actual presidente de EE.UU., Donald Trump-. Sin embargo, hacia el año 1967 se muda de Nueva York a Los Ángeles y allí, por invitación de una amiga, fuma por primera vez marihuana, a los 28 años.

Ese primer acercamiento hizo que Jack cambiara su percepción sobre la planta. A partir de ese momento, inició un estudio riguroso de la historia de la cannabis que lo llevó a incorporarse al activismo pro legalización, junto a Ed Adair. Con él escribió la primera revista/cómic dedicada a la marihuana. Se llamó G.R.A.S.S. (Great Revolutionary American Standard System).

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Portada de G.R.A.S.S.

Este fue el medio para comunicar todo aquello que conocían sobre la marihuana. Por ejemplo, que todos los productos que se fabrican a partir de los árboles y el petróleo se pueden hacer con cáñamo. O que la planta de cáñamo se puede convertir en tejido y papel, utilizando una fracción muy pequeña de los productos tóxicos que requieren el algodón y la madera.

Jack y Ed inauguran en 1979 la primera tienda de cáñamo en Benice, California. Empiezan también a impulsar un movimiento que desafió en aquel momento a una institucionalidad más adversa y reacia a la marihuana. Ronald Reagan, que para ese mismo año era gobernador de California, aseguró que “uno de los resultados inevitables del uso de la marihuana es el daño cerebral permanente”. Unos diez años después, Daryl Gates, jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles, decía que “los fumones (‘potheads’) deberían ser fusilados”.

En 1983, Jack Herer es condenado a prisión por un juez que se basó en una ley contra el sabotaje de la Segunda Guerra Mundial. Y allí, en medio de cuatro paredes, escribió ‘El Emperador está Desnudo’. Un texto histórico sobre la marihuana, sus usos y también su prohibición, demostrando que ésta puede ser una alternativa ecológica que evite el daño ambiental que día a día realiza la humanidad.

Una vez publicado el libro, Herer desafió al mundo y ofreció una suma de 50.000 dólares a quien demostrara lo contrario. Nadie lo ha hecho.

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Portada de ‘El Emperador está desnudo’ (The Emperor Wear No Clothes), 1985.

Jack confrontó a quienes decían que la marihuana provocaba la muerte y tajantemente señaló: “Nadie ha muerto jamás a causa de la marihuana, a no ser por el disparo de un policía”. El tabaco deja cerca de 6 millones de muertos, de los cuales el 10% no son consumidores; el alcohol deja 3.3 millones. La marihuana no deja ninguno.

Su incansable lucha apenas lo dejó cuidarse y una enfermedad cardíaca, que tuvo su episodio más fuerte en septiembre de 2009, lo dejó vivir siete meses más.

En 1995, la compañía holandesa Sensi Seed Bank lanzó un híbrido índica-sativa con su nombre y en su honor. La cepa es el cruce de tres especies: Haze, Skunk #1 y Northern Lights #5. La Jack Herer ha sido una de las cepas de marihuana que más premios ha recibido en la historia, entre ellos once High Times Cannabis Cups.

Al ser predominantemente sativa, se utiliza para calmar la ansiedad, el nerviosismo, la depresión y el estrés.

En Colombia nos llegó el tiempo de la legalización medicinal de la planta, que de ningún modo permite consumirla si no es procesada. Así que olvídense que van a encontrar ‘moños’ de Punto Rojo en la droguería.

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Jack Herer con un cogollo.

El movimiento cannábico de Colombia ha conquistado grandes espacios culturales y ha trabajado fuertemente en borrar del imaginario social el mito perverso sobre la marihuana, contribuyendo a que fumarse un ‘porro’ sea cada vez más común en cualquier parte del país. Pero no ha ganado nada políticamente.

El Decreto 2467 de 2015 no fue producto de un movimiento social que luchara por el reconocimiento de los atributos medicinales de la planta, sino que fue iniciativa de un grupo de senadores colombianos, encabezados por Juan Manuel Galán, un delfín político. La legalización de la marihuana en Colombia va orientada a generar un modelo para que solamente las grandes empresas (nacionales o extranjeras) puedan cultivar, procesar y distribuir la marihuana, sólo con fines terapéuticos y farmacéuticos.

Esto no resuelve ni ataca el narcotráfico, partiendo de que el 95% de los fumadores de cannabis lo hacen recreativamente. Tampoco se les da una opción económica a los campesinos que cultivan marihuana, sino que acentúa la tendencia que viene dándose: extensas áreas en el Cauca son propiedad de holandeses, canadienses y gringos, en las que campesinos, campesinas e indígenas siembran una planta que aquí es ilegal, pero en el Norte piden a toneladas.

La legalización se debe articular en un proyecto político, pensando no sólo el reconocimiento de su consumo sino también garantizando la organización de los campesinos que la cultivan y delegando en el Estado la función de suministrarla a quienes no la quieran cultivar por su propia cuenta.

Y nunca olvidemos a Jack Herer, porque el cáñamo nos puede ayudar a evitar la tala de bosques y a reemplazar al petróleo que contamina nuestras vidas.

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