Marihuana en Colombia: el mito del descubrimiento

Jul 9, 2019

Julián Roncancio

Julián Roncancio

@balamketze Politólogo. Premio de Periodismo Cultural para las Artes 2018

Fotografía de Gabriel Herrera. Tomado de Vice

Corinto, Punto Rojo, Mango Biche y Santa Marta Golden fueron los nombres que se me vinieron a la mente cuando pensaba escribir una nota sobre cepas de marihuana colombiana para recomendar a quienes leen.

Las había probado (o eso creía), pero más allá del lugar de procedencia o de ciertos cambios en el color no tenía muy claras las características propias de cada una. Así que busqué a mis amigos del GIEC, un parche de estudiantes universitarios de diferentes carreras que vienen investigando desde distinto enfoques –medicinal, biológico, político, etc.- la marihuana. De hecho, lo que traducen sus siglas es Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre el Cannabis, si alguien conocía la información que yo buscaba eran ellos.
Contacté a Red Tiger y quedamos de encontrarnos para concretar la idea de lo que iba escribir. Algún prado de la Universidad Nacional y un parlante que estallaba con música electrónica fueron la escenografía de la conversación.
Mi primera pregunta fue directa ¿cuáles eran esas características que hacían reconocible a las variedades de marihuana colombiana?
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Cepa de Santa Marta Gold
Sereno y tranquilo me dio una respuesta que cambió totalmente lo que pensaba escribir. Red Tiger me recordó la premisa necesaria si se quiere estudiar la marihuana en Colombia: La persecución a cultivadores y narcotraficantes por el Estado ha significado que las semillas se movieran de acuerdo a la dinámica del negocio y de la facilidad de cultivar sin el asedio de los militares o la policía.
Semillas originales de Punto Rojo han sido sembradas en otros lugares de Colombia y han adquirido tonalidades diferentes dependiendo de las condiciones climáticas. Por ejemplo, en algunos municipios de Nariño, al sur del país, adquiere una tonalidad más clara y se le conoce como Punto Naranja. En San Agustín por la altura se torna morada y allí es conocida como Punto Violeta.
De hecho, el argumento de un sector de la Policía Nacional, con el que rechazan que la legalización de la marihuana medicinal reduzca o afecte al narcotráfico, es que los estudios sobre las propiedades curativas del cannabis han sido con las variedades que se crean (fruto de cruces genéticos), se comercializan y se consumen en Europa y América del Norte, nunca con las colombianas.
“No hay pureza pero sí unas líneas originales” –me explica Red Tiger, quien antes se hacía llamar Pepe Grillo, en la escena cannábica de Bogotá.
Es que Colombia en los años 70’s tuvo su bonanza marimbera. Los nacientes carteles del narcotráfico comenzaron a copar el mercado que ya existía en Estados Unidos. Los mexicanos quienes antes se habían encargado de hacer llegar la marihuana al norte, ahora dejaban el negocio pues su Presidente, siguiendo las orientaciones de Richard Nixon, impulsó una política de erradicación de cultivos.
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Carlos Lehder, narcotraficante colombiano. Getty Images
Y luego de ello, vino lo que ya sabemos, la ‘guerra contra las drogas’, dinero y armas para enfrentarse a los narcotraficantes en todo el mundo menos en Estados Unidos. Los gringos ya habían experimentado las consecuencias de tener toda la cadena de una economía ilegal en su país. En 1920 prohibieron el alcohol y tuvieron en su territorio a quienes se encargaban de producirlo, vivían en carne propia la competencia por alcanzar un mercado ilegal, es decir, todas las mafias que se disputaban con violencia la venta de licor. Era la época de Al Capone y de Bonnie & Clyde.
Trece años después el Senado norteamericano derogó esa ley. Comprendiendo el impacto de la violencia y de los traficantes en su país, desplazaron una buena parte de la cadena productiva, dejando en Estados Unidos solo una red de distribución. En el caso de la cocaína, Colombia, Perú y Bolivia se encargan de la producción y en México se da la competencia por alcanzar el mercado. Las grandes mafias están afuera y se destinan millones de dólares para generar más violencia en el resto de continente.
Las épocas de violencia de los años 80’s y 90’s personificadas en grandes narcos como Pablo Escobar, Gacha y Carlos Lehder ahora se viven en México con los Zetas, El Chapo y el Cartel de Sinaloa.
‘Oro Colombiano’ –me explica Carlos Narváez, también del GIEC- así se referían en los círculos marihuaneros de Estados Unidos, a la Santa Marta Gold. Su tonalidad amarilla no tiene que ver con una genética determinada, por el contrario, adquiere ese color al ser secada estando todavía la raíz en la tierra.
Me cuentan que la Mango Biche tiene su rama principal más alargada que las otras, que su sabor es cítrico y que es oriunda del Valle pero se cultiva igual en otros lugares.
También me explican que en las ciudades hay una gran confusión con respecto al Corinto. “La gente cree que está fumando semillas originales de las montañas del Cauca pero en realidad es una variedad cualquiera, lo que pasa es que su cultivo es de baja calidad” –precisa Red Tiger.
Lo realmente problemático de la situación es que mientras que en Colombia hay una gran persecución a quienes cultivan, venden o fuman marihuana, en los coffee shops holandeses o en Bancos de Semillas europeos o gringos, son vendidas estas semillas como producto exótico para el paladar occidental.
Los Reyes del Cannabis (Documental completo) © Vice
Recordé ‘Strain Hunters’, una serie cuya trama protagoniza Arjan Roskam, el fundador de Greenhouse Seed Company, uno de los bancos de semillas más importantes del mundo. Pues bueno, él va a diferentes países en África, Asia y América Latina en busca de las variedades de marihuana más potentes y exóticas, se lleva las semillas y las comercializa en Europa y Estados Unidos. El mensaje es claro: voy a lugares ‘salvajes’ por buena marihuana y te la hago llegar por cierto precio.
Los grandes Bancos de Semillas venden al mundo e incluso a latinoamericanos variedades diferentes, la mayoría con el apellido Kush, Haze o Skunk, sin reconocer que todas ellas son cruces de cepas colombianas, tailandesas, mexicanas, indias o africanas. Las primeras licencias que se han dado en Colombia para comercializar y cultivar marihuana con fines medicinales ha sido para empresas extranjeras. Esa es la realidad de la lucha antidroga, mientras en el Sur contamos muertos, en el Norte cuentan billetes.
Hace 500 años vinieron los españoles y se llevaron nuestro oro, dejando una estela de violencia y muertes. Hoy se llevan el petróleo, el carbón y también la marihuana.
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