¿De qué nos sirve Hip Hop al Parque?

Julián Roncancio
@balamketze Politólogo. Premio de Periodismo Cultural para las Artes 2018
Tristemente esa es la versión que queda para cualquier persona que no asista al Festival: una congregación altamente peligrosa, no solamente para quienes están allá, sino para los residentes y transeúntes de los barrios aledaños al Simón Bolívar.
Un grupo pequeño con sus acciones negativas acaparan toda la atención. Ni los artistas internacionales y nacionales, las agrupaciones distritales y, mucho menos, la mayoría de los 50.000 asistentes, que en promedio llenan el Parque Metropolitano más grande de la ciudad reciben el foco de luces de las cadenas noticiosas del país.

Los Festivales al Parque funcionan principalmente con recursos públicos, que pueden representar fácilmente el 90% del total de dinero utilizado para su realización. Adicional a ello, dependiendo cada caso, patrocinadores externos aportan recursos para visibilizar su marca en estos eventos masivos.
Si comparamos Rock al Parque con Hip Hop al Parque tanto en recursos públicos como privados hay una diferencia abismal. Esto se evidencia tanto en la disposición de espacios en el Simón Bolívar (tres escenarios para el primero, solo uno para el segundo) como en las zonas de comidas, emprendimiento y hasta en la disposición de actividades de entretenimiento para las y los asistentes.

Resolver el problema no es nada fácil. La delincuencia, la solución violenta a los conflictos y el abuso en el consumo de sustancias psicoactivas no son problemáticas endémicas del Hip Hop ni tampoco de las clases populares, sino que se trata de fenómenos que afectan a toda la sociedad en su conjunto.
La demagogia populista de ‘No al consumo de drogas en los parques’, esconde la hipocresía de un argumento clasista: perseguir al eslabón más bajo de la cadena del narcotráfico, mientras que guarda silencio sobre el consumo desbordado de sustancias sintéticas en clubes, discotecas y apartamentos del norte de la ciudad.
El Festival necesita un espacio de atención y divulgación de oferta sobre prevención de consumo de sustancias, también de disminución y mitigación de riesgos para quienes ya lo hacen. Además de ofrecer posibilidades de acceso laboral y educativo. La inversión en política social es el eje central de la superación de los problemas arriba mencionados.

Podemos ir más allá, Hip Hop al Parque no será cerrado, ningún Alcalde o Alcaldesa asumiría el costo político de cerrar uno de los eventos más importantes del género en América Latina. Pero vale la pena preguntarnos ¿De qué nos sirve un festival así?
A pesar del renombre internacional que recibe y del interés de artistas del continente y del mundo en asistir, el Festival no se ha convertido en vehículo para proyectar el rap, el graffiti y el breakin’ colombiano como potencia regional.
Para ello se requiere fomentar las alianzas de IDARTES con festivales artísticos de otras latitudes, en especial de Latinoamérica que permita generar intercambios que lleven al talento distrital a presentarse en otros países generando así una mayor circulación de su propuesta y una apertura de mercados necesaria para el Hip Hop latino.

Las alianzas también pueden ser internas, tanto con las empresas privadas como con los procesos sociales. De hecho, desde el año pasado Colsubsidio instala una tarima donde se realizan competencias de breakin’, reunión de hombres y mujeres que comienzan a pensar que Hip Hop al Parque ya no es solo un festival de Rap. Qué bueno sería hacer de éste un espacio más grande.
También en años anteriores se dispuso de una carpa para la exposición del Museo Hip Hop, una colección de objetos que ilustran la historia del nacimiento de esta cultura en nuestra ciudad y que custodia Mathyz. Es la posibilidad de hacer del Festival un evento no solamente de entretenimiento, sino también de conocimiento y práctica del Hip Hop.

A pesar de ello no hemos llegado al tema más neurálgico de todo: ¿Cómo evitar que algunas personas ingresen cuchillos o armas al evento? Sin dudas, es en éste punto donde las miradas más autoritarias salen a relucir: detectores de metales, mayor presencia policial, cobrar el ingreso, en fin. Muchas de éstas propuestas nacidas de la rabia y del sinsabor que queda después de ver que unas pocas personas dañan el trabajo de todo un sector cultural.
Es claro que se deben garantizar mejores condiciones para que se realicen las requisas pero también acabar con la mafia que se teje entre la logística, la policía y los vendedores de licor que entran con maletas llenas de botellas no solo a Hip Hop al Parque sino a cualquier otro concierto.

Terminar con ese prejuicio, finalizar con la violencia y la delincuencia en nuestra fiesta nos permitiría ir más allá y lograr que Hip Hop al Parque sea el eje de posicionamiento de nuestra cultura en Colombia y en América Latina.
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