Lo que nos queda

Feb 5, 2016

Julián Roncancio

Julián Roncancio

@balamketze Politólogo. Premio de Periodismo Cultural para las Artes 2018

La lluvia no cae y el sol abrazante se alza sobre las cabezas de millones de colombianos. La sequía es una amenaza constante y se pronostican cortes y racionamientos de energía para todo el país. Ante tal situación, Santos anuncia su férrea intensión de vender ISAGEN, la peor decisión posible. La catástrofe no para ahí. A la capital del país ha llegado para dirigir sus destinos, Enrique Peñalosa, impulsado por el vicepresidente German Vargas Lleras y por Carlos Fernando Galán, ambos, pertenecientes a la colectividad Cambio Radical. Un partido para nada desconocido.

De hecho, han hecho gala de su bolsillo poniendo vallas publicitarias en los últimos partidos de la selección Colombia, en vísperas de la eliminatoria al mundial de Rusia. Un lujo que no se da cualquiera.

No obstante, la situación no para ahí. Cambio Radical gobernó en Barranquilla con Elsa Noguera y se reeligió con Alejandro Char, no obstante, que dicha ciudad fuera catalogada como la más peligrosa del país. Gobernaron también en Quibdó y en Riohacha, ciudades con complejos problemas sociales y de corrupción. Los Char, los Lleras, los Galán, las familias de siempre, quienes han amasado sus fortunas a costa del erario público y de la exclusión de las grandes mayorías. Ya es mucho más claro quién recuperó a Bogotá.

En apenas el primer contacto con el Concejo, Peñalosa puso sobre el aire la posibilidad de vender la ETB a un precio irrisorio, parece que “el visionario” solo pretende beneficiar a grandes empresarios privados con los recursos públicos. No olvido los contratos lesivos que hizo en su anterior mandato y que nos dejaron un Transmilenio con más del 95% de las ganancias  para los privados.

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Carlos Fernando Galán, Enrique Peñalosa, Rodrigo Lara y Germán Varón. Fotografía de Guillermo Torres

Desechó el proyecto de Trenes Ligeros en Fontibón por ser “jugueticos muy costosos”, en su anterior administración también ahorró en las losas de Transmilenio y hoy tiene al Distrito gastando recursos reparando periódicamente las vías destinadas para los articulados.

Ese es Peñalosa y lo que hará en su administración no es nada distinto a lo que en 200 años nos han tenido acostumbradas las familias enquistadas en el poder: exclusión, privatización y represión.

Recibió en sus manos a la Bogotá Humana, no fue un proyecto perfecto, pero sí marcó un hito en la historia de la ciudad. Hizo visible que la política es dinámica, es movimiento, es conflicto. Sus políticas desde el inicio fueron chocantes con el modelo imperante. A los dueños de los medios no les gustó su actitud desafiante, pues siempre han querido alguien sumiso a sus propósitos.

Bogotá comenzó a preocuparse ambientalmente, a resguardar zonas, a promover nuevas formas de movilizarse y sin pensarlo, de un momento a otro pulularon colectivos que se tomaban la ciudad y le ensañaban a los bogotanos que la bicicleta también era una opción. Pero no solo fue allí, el cuidado animal también fue una apuesta política y se lograron desmontar los vehículos de tracción animal, se acabaron las faenas de la muerte en la Plaza de Toros y se expulsaron de la ciudad las funciones que hacían dinero con el sufrimiento de los animales.

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Mural realizado por Cacerolo sobre Gustavo Petro

Pero no fue solo allí. La inclusión social fue un pilar de la administración pasada. Transexuales, sordos, prostitutas, habitantes de calle, tuvieron otra oportunidad y el apoyo del Distrito para adoptar otras formas de vida. El arte y la cultura estuvieron dispuestos para todos los bogotanos, la ciudad recibió nuevos colores, dejándonos ver el talento de los graffiteros. Los menos favorecidos ésta vez estuvieron en el centro de la agenda gubernamental, esto claro que es un cambio.

Errores tuvo la administración de Petro, ¡claro!, tal vez el más evidente para la comunidad Hip Hop ha sido la destinación de grandes recursos para la implementación de proyectos sin llevar a cabo primero un proceso educativo y de culturización que nos quitara de encima esa cultura tramposa y avivata, de querer sacar provecho individual con el engaño bajo perjuicio de los demás. Infortunadamente cuando hubo dinero para el Hip Hop, nos dividimos más, pelemos por migajas y no nos organizamos, permitiendo así que lo que había para nosotros se lo quedaran otros y que nuestra cultura ni nuestra escena avanzaran como se esperaba. 

Lo que nos queda es comenzar de nuevo, sin odios, sin trampas. Organizarnos, educarnos y atacar. Para que nos respeten, para que se sepan que el Hip Hop mueve muchas más mentes que sus medios y su propaganda.

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