Los de afuera no son de palo

Sep 1, 2021

Por Diego Valcárcel

 

513 días tuvieron que pasar para que Juliana sintiera de nuevo el cosquilleo en las palmas de las manos que siempre le viene horas antes de cumplir una cita que, pese a que se ha repetido muchas veces a lo largo de los últimos 11 años, sigue generando en ella las mismas sensaciones que la acompañaron la primera vez que acudió a esta.

Para ella, ir al Campín a ver al rojo ha significado todo: desde la euforia suprema de asistir al baño de gloria que rompía décadas del maleficio deportivo, pasando por ser el escenario en donde encontró la fraternidad, tan escasa en aquellos lugares en donde las amistades se construyen en el suelo pantanoso de la farra, hasta ser el refugio donde pudo resguardarse del dolor de la pérdida de su padre, de quien heredó el amor a los colores, entre otras muchas cosas que son la piedra angular de su vida y sin las cuales ella no sería ella.

Un año, 4 meses y 22 días transcurrieron desde la última vez que visitó el estadio para encontrarse con aquello que hace parte de ella misma y que por mucho supera la expectativa de observar un buen espectáculo o de que su equipo, la fuente de su fervor, obtenga los tres puntos. Alentar contiene eso, sí, pero es mucho más.

Desde marzo del año pasado, cuando pasamos del escepticismo al shock y del shock a la incertidumbre, muchísimas de las cosas que dábamos por sentadas y que considerábamos naturales y pre-hechas desaparecieron de nuestra cotidianidad y la reconfiguraron.

Tomado de independientesantafe.com

Sin comida, sin empleo, sin los recursos materiales, psicológicos y hasta espirituales que les permitieran a las grandes mayorías enfrentar aquello que las personas acomodadas denominaron “nueva normalidad”, era natural que muchos asuntos se tornaran sumamente fútiles en comparación con las urgencias.

El fútbol, el espectáculo que alguna vez Jorge Valdano denomino como lo más importante de las cosas menos importantes, no logro gambetear este contexto y de manera inusitada, fue descendiendo escalón por escalón en el ranking de lo menos apremiante.

 

El show debe continuar

La recordada frase de Charles Aznavour se cita casi que por obligación cuando repasamos retrospectivamente la premura con la cual los dueños del negocio del fútbol, elaboraron los protocolos para el regreso del deporte sin espectadores in situ.

Una vez se hicieron recurrentes los llamados a la “reactivación económica”, directivos de clubes, ejecutivos de las federaciones y confederaciones, sponsors y periodistas (aquellos que gustan de estar bien relacionados con los poderosos, los más) empezaron a maquinar y a generar un ambiente favorable para que la pelota volviera a rodar.

El hecho no menor de que se estuviera urdiendo un plan para regresar a la actividad deportiva sin que jugadores y jugadoras, principales protagonistas de la misma, fueran tomados en cuenta, o por lo menos consultados, dejaba expuesta una de las verdades más vergonzosas del fútbol: quien juega no es otra cosa que una máquina (en el mejor de los casos) sometida al arbitrio de gente que apuesta muy poco y gana mucho.

Los directivos ya no solo compran y venden, canjean y tazan a los jugadores, sino que, peor aún, tienen la potestad y la aceptación social para hacer todo aquello que les permita continuar con el negocio, incluso cuando esto significa poner en riesgo la vida de esas personas que son la razón de ser del deporte mismo: futbolistas en un primer orden, e hinchas en el segundo.

Tomada de Antena 2

Cuanto ruido hace un estadio vacío

“No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie” decía Eduardo Galeano. Si bien su frase se refiere a la impronta que queda grabada en aquellas canchas en donde se gestaron los momentos más épicos del deporte rey; como el Estadio Azteca, en donde las dos figuras más colosales del balompié: Pelé y Maradona, alcanzaron la altura suprema, esa misma oración puede decirnos mucho del ambiente presente en el fútbol pandémico.

Un deporte insípido al que le hace falta el aderezo de la fiesta en las graderías es quizás uno de los elementos más llamativos del nuevo panorama del entretenimiento masivo.

La razón de ser de una industria monumental nada tiene que ver ahora con el fanatismo que la gente de a pie le profesa, porque lo fundamental, en este nuevo contexto, es que quienes quieran continuar con la vida de fanático, deben meterse la mano al bolsillo para adquirir ese derecho.

En Colombia, una negociación atravesada por la polémica y el rechazo popular, le otorgó a un canal que hace parte de uno de los conglomerados económicos más importantes del país, el Grupo Ardila Lulle, los derechos de transmisión del fútbol profesional colombiano a partir de enero del 2020, dos meses antes de que iniciaran las cuarentenas en el país y en gran parte del mundo. A nivel global la cosa no ha sido muy distinta.

Tomada de Chicago Tribune

En los años 2019 y 2020 tuvo lugar una de las operaciones más onerosas de los últimos años, The Walt Disney Company se hizo al control de la 21st Century Fox, llevándose consigo todos los productos que habían nacido al interior de la compañía, es el caso de los canales deportivos como Fox Sports, de la misma manera que anteriormente había hecho con ESPN.

La gigantesca transacción que le otorgó a la compañía del ratón el control sobre los medios deportivos, está encaminada a cerrarle definitivamente la puerta a las transmisiones en señal abierta de los eventos más importantes en el mundo del fútbol. Ya sabemos entonces que les espera a los y las clientes, pero ¿qué sucede con los y las hinchas?

Juliana de nuevo en El Campín

Después de que el país terminara de pasar por el tercer pico de contagios de la pandemia, por mucho el más letal de todos, y de que los planes de vacunación masiva poco a poco van permitiendo el retorno a ciertas actividades, la DIMAYOR dio el visto bueno para que los clubes, en coordinación con las alcaldías de sus ciudades, establecieran protocolos para la asistencia de un aforo reducido a los partidos del fútbol profesional colombiano.

La noche del 3 de agosto se repetía el mismo duelo que había tenido lugar en el mes de marzo de 2020, última ocasión en la que el estadio El Campín recibió público: Independiente Santa fe y Atlético Nacional se encontraban por la tercera fecha del campeonato colombiano 2021-II y las expectativas estaban a tope.

Santa fe, como equipo local tenía a su cargo la logística y el diálogo con la Policía Metropolitana de Bogotá para definir el pie de fuerza presente en el partido. Hay dos elementos que hacen especialmente necesario el que exista un dialogo armónico entre las autoridades del club y las autoridades de policía y de gobierno: el primero de estos es que se trata de un partido de clase A, definición que se le da a los encuentros entre equipos con hinchadas numerosas y que en el pasado han presentado enfrentamientos.

En segundo lugar, el hecho de que, justamente para este partido, las directivas del Independiente Santa Fe, sacaron a la venta un número importante de entradas de la localidad de lateral norte para la hinchada del Atlético Nacional, siendo más preciso, se le entrego a la parcialidad verde la mitad del aforo de la tribuna, la cual compartiría con parte de la hinchada santafereña que, antes de las restricciones, había hecho uso de dicha platea como tribuna familiar.

La presencia de estas facciones de ambas hinchadas en esa parte del estadio estaría mediada por la presencia de los efectivos de la policía definidos por la coordinación Club-PONAL.

Tomada de Fútbolred

A pesar de lo anodinos que resultaron los primeros 45 minutos del partido, Juliana estaba pletórica. El volver al tablón, a los cánticos y al aliento eran razón suficiente para sentir que la vida volvía a tener sentido. Se presentaba ante ella y ante el resto de la asistencia roja una ocasión de oro para reconciliarse con un plantel que no venía obteniendo resultados y que, sumado a ello, tampoco estaba jugando bien. El trámite del partido no permitía adivinar que iba a ocurrir algo extraordinario.

La pelota se disputaba en el medio, no había demasiadas aproximaciones y primaba el choque y el juego fuerte. Cuando el árbitro Carlos Betancur dio por finalizado el primer tiempo, la gente tomo un respiro. Hubo quienes fueron al baño, otros tantos a las cafeterías y el resto permaneció en sus puestos esperando la reanudación del juego y que con esta llegaran los cambios tácticos y nominales por parte del entrenador Harold Rivera en aras de lograr la consecución de los tres puntos.

Cuando todo esto pasaba, ocurrió lo verdaderamente extraordinario. Para Juliana y para aquellos y aquellas que estaban en la lateral sur no fue muy claro en un principio todo lo que estaba sucediendo en la tribuna que tenían al frente, a más o menos 100 metros de donde se encontraban. Las rechiflas y los objetos que se veían volar de lado y lado de la grada, avisaban del clima de tensión creciente al otro lado del estadio.

Tomada de Fútbolred

Solo habían transcurrido 5 minutos del entretiempo cuando marejadas de hinchas del expreso rojo ubicados en Sur empezaron a saltar a la cancha y a correr hacia Norte frenéticamente.

Las voces en el altoparlante del estadio hacían inútiles llamados a la calma. Cuenta Juliana que el operativo policial encargado de separar a las dos hinchadas que compartían sector había desaparecido al finalizar el primer tiempo, dejando el escenario a merced de la confrontación.

Como ella misma reconoce, en la tribuna familiar habilitada para los locales, además de las familias, también había presencia de integrantes de La Guardia Albi-roja Sur, quienes, al no haber obtenido entradas para su localidad, optaron por entrar a norte aprovechando que el precio de la tarifa es similar en las laterales y que allí estaban las familias de muchos de los miembros de las barras organizadas.

Las cargadas y los insultos que, sin pretender emitir juicios al respecto, ya hacen parte del folclore y el paisaje futbolístico exacerbaron la confrontación que tomó cause libre al no encontrar nada que la contuviera.

A decir de Juliana y de otros miembros de la hinchada santafereña, La Nación Verdolaga, barra de Atlético Nacional aprovechó el momento para arrinconar a todos los y las hinchas de Santa Fe, sin importar si eran o no de la barra, de manera que la gente de la Guardia ubicada en Sur tuvo que saltar a la cancha y atravesar la misma para acudir, como guerreros al borde de la batalla, en defensa de la tribuna “familiar”.

Tomada de RCN Radio

“No es una decisión fácil atravesar la cancha” advierte Juliana. Ella sabe perfectamente que la presencia de jóvenes invadiendo el campo acarrea sanciones drásticas para la hinchada misma y para el club. En los 11 años que lleva asistiendo, jamás se había presentado una situación similar.

Los afanes, de los cuales había sospecha en el momento de hacer la planeación logística del regreso del público al estadio dieron al traste con el propósito de reavivar la fiesta del fútbol en Bogotá. Pero como ocurre casi siempre, las miradas de los medios, el oficialismo y la gente bien portada, recayó exclusivamente en los hinchas exculpando a los funcionarios encargados de brindar la seguridad en los partidos.

La Alcaldesa Mayor de Bogotá, Claudia López, quien esa noche estuvo presente en El Campín, no tardo en elevar un pronunciamiento muy en sintonía con el estilo que tiene para encarar todo problema que involucre jóvenes y más aún, de los sectores populares: criminalización, infantilización y estigmatización.

A los clubes en contienda se les aplicó una sanción económica y a las hinchadas la sanción social de no permitirles el ingreso al estadio capitalino, por el resto del año en el caso de Santa Fe y por un año para Nacional.

De carambola Millonarios, equipo que ya adelantaba gestiones para recibir a su clásico rival el sábado siguiente con la presencia de sus hinchas, tuvo que someterse a jugar nuevamente a puerta cerrada por la restricción general que pesa sobre el predio de la 57, a raíz de los hechos acaecidos esa noche.

La Alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ese mismo día en El Campín. Tomada de El Heraldo.

La pelota volvió a rodar pasados los incidentes. El clima enrarecido casi que hizo olvidar que adentro de la cancha se seguía disputando un encuentro. Al minuto 61 un pase desde el sector derecho al límite del área santafereña dejo a Baldomero Perlaza con el arco a disposición para dejar el 0-1 a favor de la visita con el que concluyo el partido.

El jugador por respeto al club en el que jugo varios años y quizás, por lo ocurrido en el entretiempo no se atrevió a celebrar, pero ese y otros detalles pasaron absolutamente desapercibidos. Juliana siguió alentando, los y las hinchas que con ella estaban lo hicieron.

Nadie hablo de ello, pero se sabía perfectamente que esos iban a ser los últimos minutos que estarían allí, en el lugar de su hermandad, hasta una nueva ocasión, que no iba a ser pronto. La desazón y el miedo se juntaron en la 30, en la 57, en Galerías.

Los ánimos caldeados adentro siguieron estándolo afuera de la cancha. Lo que prometía ser una noche de fiesta terminó a nada de ser un funeral. Juliana salió con el amor de siempre y esperando que el tiempo pase rápido para el retorno de verdad.

Punitivismo, fútbol mercado y el renacer del hincha

Lo ocurrido aquella noche pareciera darle la razón a quienes, sin detenerse a pensar en lo que hay de fondo tras la violencia en el fútbol, llaman a expulsar a las barras populares de los estadios.

Convertir un deporte, que es mucho más que eso, en un show privado para quienes pueden acceder a él, es la idea que, desde las esferas gubernamentales, alguna facción del periodismo y la “gente de bien” se propone como solución definitiva al problema.

Este sector punitivista no se ahorra elogios al evocar cómo la mano de hierro de Margaret Thatcher había sacado a patadas a los violentos de las canchas en Inglaterra y había puesto en cintura un fútbol que tenía, como antecedentes de violencia más cercanos, las tragedias de Heysel en la final de la Copa de Europa de 1985 (Hoy Champions League) donde se enfrentaron en Bruselas el Liverpool y la Juventus, y la de Hillsborough en Shefield en 1989 por FA Cup, con el Liverpool de nuevo y el Shefield United como protagonistas.

Tragedia de Heysel. Tomada de Diario AS.

 

El saldo de estas dos tragedias arrojaría 37 y 97 fallecimientos respectivamente, razón por la cual, la Primera Ministra, cuyo talante belicista había quedado más que probado en las Malvinas, promulgó el Football Spectators Act de 1989 que apuntó a la carnetización, la readecuación de los estadios para evitar espectadores de pie, el perfilamiento de los hinchas, el encarecimiento de las entradas y el sistema de abonados.

El monopolio de las transmisiones parece ir en esa vía. “Si quieres ver al equipo que verdaderamente amas, paga” repiten a voz en cuello los portavoces de los poderosos.  A la gente que vive al día, con el sueldo apenas contado para lo básico, se le niega el fútbol como se le ha negado todo lo demás.

La violencia del sistema, quien es la partera del resto de violencias continuará campeando libre y oronda por los caminos del tiempo. Ya no será una cancha, una tribuna, un trapo o una bandera el vehículo a través del cual ésta tenga su tubo de escape, pues cerrados los estadios para aquellos y aquellas históricamente golpeados, nuevos caminos de salida y nuevas tragedias aparecerán en el panorama hasta tanto no le demos vuelta a la realidad que lo mantiene así y de la cual nos han dicho, es inmodificable.

Hay que salvar al futbol de los hinchas, por nosotros y nosotras, los hinchas que hemos acompañado a nuestros equipos en las malas, las peores y las contadas buenas.

El 16 de Julio de 1950, Obdulio Varela les decía a sus compañeros uruguayos antes de enfrentar a Brasil en un Maracaná abarrotado con 200 mil hinchas brasileros, que salieran a jugar, que no se fijaran en el público, que los de afuera eran de palo, y si bien, lo que quería hacer el bueno de Obdulio era quitarle la mochila la presión a sus compañeros, la frase pareció anticipar el trato que en el futuro, directivos y mercaderes le darían a los hinchas, hinchas de palo que no importan y por los cuales no hay que preocuparse.

Los y las hinchas, los de adentro y afuera no somos de palo, somos de carne y sangre y solo queremos que, el espectáculo que tantas sonrisas nos ha sacado en medio de las amarguras de la vida, vuelva a ser nuestro. Que la pelota deje de mancharse con el oropel de los millones.

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