Ahora el Rap es más Punk que el Punk

Jun 8, 2021

Por: Óscar Moreno

El equipo de Diáspora está conformado por personas con una variedad de perfiles; pero su diversidad no se limita solamente al campo profesional: también lo integramos algunos personajes que no pertenecemos a la escena hip-hop, sin que esto vaya en detrimento de la calidad profesional del medio. Ni tampoco implica el desconocimiento total de la cultura y sus elementos. De esto, resulta que uno de sus integrantes pertenece a la escena punk. Ese integrante es quien les escribe.

Hace ya más de una década que ingresé a la movida punkera de Bogotá. En un principio fue el mero gusto musical lo que me atrajo: una suerte de transición entre géneros como el metal y el hardcore, me llevaron a conocerlo, junto con circunstancias de la vida que me hicieron conocer personas que, en efecto, lo influencian, o más bien, lo acercan a uno a este tipo de cosas.

No puedo dejar a un lado el hecho de que pasaba por mi pre-adolescencia –que me disculpen los psicólogos si me equivoco- y estaba en una especie de búsqueda de identidad. Pero esta exploración pasó a ser algo más que una simple etapa y se convirtió en una pasión, en parte de mí, en una convicción.

Portada del primer volumen del compilado ‘Punk no muere’.

En la escena pude observar muchas cosas que no son exclusivas de ésta, que se ven en muchas otras. Hablo de drogas, licor, de gente muy apasionada por la música, gente comprometida con causas sociales/políticas (no necesariamente partidistas) y, lamentablemente de personas que se tiran la escena. Es de ellos/as de quien quiero hablar en este artículo.

Es de esta gente de quien quiero y de quien, efectivamente, voy a despotricar. Pero no desesperen, lectores de Diáspora, este es más que un artículo sobre punk en una revista de Hip-Hop: es una lección que el Hip-Hop debe aprender de lo que, me parece, es el fracaso del punk en Bogotá.

Desde casi sus inicios, en el punk se creó una frasecita que suena y resuena por todos lados donde haya un punkero: No future, sacada de un tema insignia, llamado God Save The Queen, de los Sex Pistols. Evidentemente, esa frase también se coló a Colombia. Sus interpretaciones han sido varias, y las formas de afrontar ese futuro inexistente también han sido diferentes. Es más, unos lo afrontan, lo enfrentan; otros se esconden.

God save the queen-Sex Pistols

 

Hace algunos meses un estimado amigo, Gustavo Santamaría, me dijo esa frase con la que he decidido titular este artículo: Ahora el rap es más punk que el punk. Cuando la dijo, no supe ni cómo reaccionar. Creo que pasé por algunos de los pasos o etapas del duelo (y tal vez me salté otros, o no los identifiqué en su momento): Negación, negociación, depresión y, finalmente… heme aquí, aceptando la realidad de su afirmación.

La primera etapa la pasé, por un lado, confrontando directamente a Gustavo. Expresándole que, lo que sucedía era que el Rap-conciencia se había puesto de moda, nada más, que ya pasaría. Por otro lado, mi forma de negar esta realidad fue por medio de la esperanza: Me dediqué a buscar tokes, bandas, iniciativas, reuniones, facebook, parches… nada, o, más bien, poco. La esperanza se esfumaba. La negación se hacía absurda.

Luego vino la siguiente etapa, la negociación. Fue así como intenté conciliar lo inconciliable, pensar que la escena autodestructiva del punk en la actualidad bogotana se debía a nuevas formas de resistencia; que la forma de demostrarle al sistema que no se hacía parte de su juego, era escapando de la realidad ¡Menuda forma tan cobarde “resistir”!

Veía como uno tras otro lugar, donde se hacían tokes, iban siendo cerrados por la misma incompetencia mental de muchos punkeros, esos que no tienen plata para entrar, pero les sobraba para el licor y las drogas.

Piso 3, Salmón, Las Vegas I, Las Vegas II (A veces también conocido como “piso 3”), Génesis, y ahora, la nueva víctima Overdrive. Este último no ha sido cerrado, sigue funcionando… pero los eventos de punk en este lugar parecen haber sido vetados debido a que a se les ocurrió la brillante idea de pelearse con la policía frente a este lugar… a piedra. Con esto no pretendo hacer una suerte de defensa a la policía; más bien pretendo criticar la estupidez y la falta de proyección, esa carencia de análisis de las consecuencias.

Tomado de Belfast Punk. Fotografía de Ricky Adams

Critico a ese ideal de No futuro. Uno no puede pretender que la escena sea fuerte y duradera si la apoya, consolida y respeta los espacios que son abiertos para los eventos de expresiones culturales, o mejor, contra-culturales. Fue allí, en ese preciso momento, cuando llegó la etapa de la depresión.

Empecé a aceptar levemente la realidad de las cosas, que los punkeros de Bogotá estaban dañando poco a poco (¿o de golpe?) esta escena; que muchas de sus acciones iban en detrimento del punk; que lo que unos hacían por bien de la movida, de la lucha anti-sistema, era opacado por otros tantos que en su vida chirrete e importaculista, hacían todo cuanto se les cruzara por la cabeza, sin pensar en las consecuencias; que por dárselas de “no me importa lo que digan”, tampoco les importaba lo que ellos mismos hacían y cómo llegaban a afectar a otros… y a sí mismos.

Es triste, pero las cosas son así. La aceptación llegó. No puedo hacer nada por estas personas que corrompen la escena y cierran sus puertas para la acción y la gestión de la lucha; pero hay algo que sí puedo hacer: actuar por el bien del punk; buscar a aquellas personas que ven en él una herramienta para destruir con inteligencia y reconstruir sobre las ruinas de una sociedad ya decadente.

Pero el límite no es el punk. He visto en Diáspora y en el Hip-Hop un espacio por medio del cual pueden crearse nuevas herramientas para la difusión del compromiso político entre la juventud perteneciente a la escena rapera colombiana y latinoamericana. Debe entenderse que hablar de un compromiso político no implica un compromiso partidista. Creo que los partidos apestan, mienten y corrompen.

Podrán preguntarse, después de toda esta verborrea “¿Y eso qué tiene que ver de fondo con el Rap? ¿Cuál es la lección?”. Pues bien, aquí va. A pesar de todo, sigo pensando que se puso de moda el Rap-Conciencia y en esto no hay que ver nada de malo; malo sería que se pusiera de moda la tortura, la barbarie, la violencia y la ignorancia.

Imagen de la movilización ‘El Rap se manifiesta’, en el marco del Paro Nacional. Fotografría por: Kevin Molano©

Esta moda del Rap-conciencia hay que aprovecharla, hay que “sacarle el jugo” al máximo, sin sobreexplotarlo y volverlo algo monótono. Hay que aprovechar que tenemos tantos raperos que por pasión y necesidad llegan al trasporte público a llenarnos con buenas líricas y a llamar la atención sobre temas relevantes de la vida cotidiana y la política.

Para nadie es un secreto que el rap ha sido asociado en la ciudad como sinónimo de delincuencia. Es más, entre los mismos raperos existe el miedo ante estas situaciones por su evidencia. Y no es que el rap sea intrínsecamente delincuente; más bien, al igual que en el punk, esto es consecuencia de grupos de personas que en vez de usar una herramienta para provecho y bien, la utiliza para la intimidación y la degeneración de las formas de resistencia.

¿Recuerdan aquel video publicado por Diego Microphone durante un Hip-Hop al parque? Es más, no hay que recordarlo ¿Estuvieron allí? ¿Recuerdan el ambiente que se sentía? Cuando el mismo rapero, el que conoce su escena, está en un evento y se siente inseguro, ya parece que todo esto deja de ser un prejuicio y pasa a ser una realidad latente.

Simplemente, viendo que este artículo se ha extendido más de lo que me esperaba, quiero terminar dejando más explícitamente aquellas lecciones. El rap está tomando un rumbo que le ha hecho crecer, ser más notorio, más reflexivo y por ello más tenido en cuenta por las personas “del común”, las personas ajenas a él; esta es una oportunidad que ustedes los raperos tienen y no deben desaprovechar ¡No pueden permitírselo!

Las oportunidades están dadas, ustedes mismos se han abierto las puertas y no pueden dejar que lleguen otros a dañar lo que con tanto esfuerzo han construido. Basta ver los espacios que las Alcaldías Locales de Bogotá han abierto para el Hip-Hop, para ver lo mucho que se les tiene en cuenta en la actualidad.

Veo en ustedes una mayor oportunidad de creación de contra-cultura. No abandono el punk, porque en muchos otros países he visto lo mucho que se puede lograr; porque, sin ir tan lejos, en Medellín sé lo que han logrado; porque me gusta y me apasiona; porque no voy a dejar que un grupo (grande, eso sí) de chicuelos inconsecuentes e intransigentes destruyan lo que otros construyeron desde hace ya más de dos décadas, eso por lo que han resistido e insistido, y que otros heredamos para continuar su legado.

Sin embargo, con todo y esto, sé que el punk, de seguir así, tiene ya muy pocas oportunidades de lograr algo en esta ciudad. Este punk desapareció, y ahora el rap es más punk que el punk.

 

 

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