En mayo de 1991, el rap se miró al espejo más oscuro de su alma. Richard Shaw, conocido mundialmente como Bushwick Bill, miembro del legendario grupo Geto Boys, protagonizó uno de los episodios más impactantes de la historia del hip hop: un intento de suicidio que terminó en tragedia… y en una portada de disco que cambiaría todo.

Bill estaba pasando por una profunda crisis emocional. Bajo el efecto de alcohol y drogas, discutió con su novia y amenazó con quitarse la vida. En medio de un forcejeo con ella mientras sostenía un revólver calibre .38, el arma se disparó. La bala entró por su ojo derecho, dejándolo herido de gravedad y marcándolo para siempre.

En un giro que para muchos fue insensible y polémico, el sello Rap-A-Lot Records y el grupo decidieron usar una fotografía real de Bill en el hospital como portada de su próximo disco: We Can’t Be Stopped. En la imagen, aparece en una silla de ruedas, vendado y con sangre visible, acompañado por sus compañeros Scarface y Willie D. Era un retrato brutal de la crudeza del gangsta rap, que no tenía filtros ni maquillaje.

Aunque el álbum fue un éxito rotundo –con temas como “Mind Playing Tricks on Me”, una reflexión sobre la paranoia y la salud mental en la calle–, Bushwick Bill confesó años después que lamentaba haber permitido esa imagen, pues estaba sedado y desorientado cuando se tomó la decisión.

La historia de Bushwick Bill no es solo la de un rapero con cicatrices. Es la de un sobreviviente. Un testimonio del dolor, la locura, la fama y la redención, que todavía resuena en quienes ven el rap como algo más que música: como memoria viva.

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